Capitulo 1: La Verdad
Este artículo forma parte de una serie dedicada a explorar el sentido de la vida desde múltiples perspectivas filosóficas, científicas y existenciales. Aunque cada entrega puede leerse de forma independiente, se recomienda revisar los capítulos anteriores para seguir el hilo argumentativo y comprender mejor las ideas aquí desarrolladas. Si deseas adentrarte paso a paso en este recorrido sobre el significado último de nuestra existencia, te invitamos a comenzar desde el inicio del ciclo.
1. La Verdad como Fundamento Ético y Existencial
La pregunta por el sentido de la vida atraviesa cada aspecto de nuestra vida. Se acumulan enormes cantidades de reflexiones en torno a esta cuestión pero la interrogante se mantiene firme ante todo pronóstico. La complejidad de la cuestión nos lleva a abordar muchas disciplinas que nos ayudan a entender el suelo en que se mueve esta pregunta. Pero no puede eludirse un interrogante previo: ¿sobre qué base construimos, tanto nuestras preguntas como nuestras respuestas? A lo largo de la historia, grandes pensadores han insistido en que la verdad —entendida popularmente como adecuación crítica a la realidad— es el único terreno fértil para una existencia auténtica. Jesucristo atribuyéndose una de las máximas cualidades dijo “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32, Biblia, 90 d.C.). Sócrates, advirtió que “una vida no examinada no merece ser vivida” (Apología, 399 a.C.). Confucio afirmó que “El hombre superior busca la verdad; el hombre inferior, el beneficio” (Analectas, 551 a.C. – 479 a.C.). Este examen exige confrontar la complejidad de lo real, rechazando el consuelo engañoso de las mentiras cómodas. La elección entre la verdad y el autoengaño no es solo epistemológica, sino ética: determina si vivimos en sintonía con el mundo o en una burbuja de ilusiones frágiles.
Vivir en la “ingenuidad voluntaria” —es decir, acomodar la realidad a nuestros deseos— puede parecer una solución inmediata al malestar existencial. Sin embargo, como mencionó Friedrich Nietzsche (1878), esta actitud es insostenible: “Las convicciones son enemigas más peligrosas de la verdad que las mentiras” (Humano, demasiado humano , p. 123). Las narrativas falsas, aunque reconfortantes, carecen de la resistencia necesaria para enfrentar los embates de la realidad. La realidad no va a retener su indiferencia porque seamos ingenuos, mayores de edad, niños o desprevenidos. La crudeza de la naturaleza es irrefrenable y nuestro arma ante las vicisitudes de la vida es la verdad. Que los seres protegidos por nuestra sociedad vivan vidas agradables, no significa que ese sea el ideal. Siempre se paga por el bienestar en una naturaleza indiferentemente hostil, y si los protegidos no pagan, alguien lo hace por ellos, eso los hace protegidos. El sufrimiento es necesario como moneda de cambio por comodidades. ¿por qué a veces alabamos la ignorancia y perpetuamos narrativas que no parecen verdaderas pero aún así nos ocupamos de avivar su fuego constantemente? Como se explora en el capitulo 3, el humano tiene tendencias naturales y otras adquiridas por su cultura que tienen como propósito ahorrar recursos. La memoria se actualiza y descarta lo que está en desuso, los músculos se atrofian al no ocuparse, las células van perdiendo funcionalidad en cada replicación y así con el resto del cuerpo. Y además de lo biológico, tenemos una fuerte influencia cultural que agrava la tendencia a la comodidad, procrastinación, pereza, inactividad, etc. Sabemos a ciencia cierta que hacer ejercicio, esforzarnos, levantarnos de la cama con cansancio para trabajar son buenas decisiones, pero una parte del cerebro pide ignorar estas actividades porque su cableado no avanza al compás de los descubrimientos científicos y los buenos hábitos. Estas tendencias al ahorro no hacen de estas actividades algo conveniente. Si bien la evolución no tiende a nada, quienes han sobrevivido hasta ahora han sido seres vivos con sistemas en los que prevalece algún tipo de esfuerzo. Integrar la crudeza de la realidad al optar por la madurez es un proceso lento y doloroso, pero como lo demuestra el esfuerzo equilibrado, el dolor no siempre es sinónimo de desventaja. Por otro lado, quien construye su vida sobre mentiras (e.g., negar las relaciones, menospreciar el amor, negar las practicas saludables, negar la muerte, idealizar relaciones tóxicas) vive en un estado de tensión latente y fragilidad inconsciente. Como ilustra la parábola evangélica de la casa construida sobre arena (Mateo 7:24-27, Biblia), las estructuras basadas en ilusiones se derrumban ante la primer desgracia.
En la búsqueda del camino verdadero, muchos nos hemos embarcado en religiones que ponen en nuestros corazones promesas de una respuesta muy bien justificada pero que en el fondo se remite a una convicción que pretende justificarse erróneamente en sí misma. Pero, es necesario señalar que las mas de 2 mil religiones del mundo no pueden ser la respuesta simultaneamente. Todas se contradicen y, o todas están equivocadas, o una sola es la verdad. Proponer que “todos los caminos llevan a Roma” bajo el argumento de que todas las religiones o filosofías son iguales es una contradicción lógica y práctica. Empezando por lo mas particular y culturalmente mas próxima (al menos para Latinoamérica), las denominaciones cristianas no católicas afirman tener la revelación última y la interpretación correcta de la Biblia con diversas afirmaciones contradictorias:
- Luteranismo (Martin Lutero, s. XVI - Protestantismo histórico): Enseña la justificación por la fe sola (sola fide): el ser humano es salvado únicamente por la fe en Cristo, no por obras. Rechaza la noción de mérito humano en la salvación.
- Iglesia Ortodoxa Oriental: Enseña una sinergia entre la gracia divina y la cooperación humana. No acepta la noción protestante de justificación forense (declarativa); considera la salvación un proceso de theosis (deificación)
- Anglicanismo (protestantismo reformado moderado): Acepta la Biblia, la razón y la tradición como fuentes de autoridad (modelo de las “tres patas”).
- Iglesias evangélicas/pentecostales: Sostienen el principio de sola scriptura: sólo la Biblia es la autoridad suprema. Rechazan credos, concilios y tradiciones como fuentes vinculantes.
- Presbiterianos / Reformados calvinistas: Practican el bautismo infantil como signo del pacto, similar a la circuncisión en el Antiguo Testamento.
- Anabaptistas / Bautistas: Rechazan el bautismo infantil: solo el creyente consciente puede ser bautizado.
- Calvinismo (Iglesias Reformadas): Enseña la doble predestinación: Dios ha elegido desde la eternidad quién será salvo y quién será condenado. La voluntad de Dios es determinante.
- Arminianismo (Metodismo y muchas iglesias evangélicas): Enseña el libre albedrío humano para aceptar o rechazar la gracia. La gracia puede ser resistida.
A su vez, se contradicen con el catolicismo:
- La salvación es por fe y obras → Contrario a luteranismo, calvinismo, metodismo, iglesias evangélicas (enseñan que la salvación es solo por la fe – sola fide).
- La Eucaristía es transubstanciación (el pan y el vino se convierten literalmente en el cuerpo y sangre de Cristo) → Contrario a luteranismo (consubstanciación), bautistas y evangélicos (mera conmemoración simbólica).
- María es inmaculada, siempre virgen, madre de Dios y mediadora → Contrario a todas las denominaciones protestantes y evangélicas (niegan su inmaculada concepción, su perpetua virginidad y su rol como intercesora).
- Existen siete sacramentos instituidos por Cristo → Contrario a luteranismo (solo acepta dos: bautismo y eucaristía), bautistas y evangélicos (generalmente no consideran los sacramentos como canales de gracia real).
- La tradición apostólica y el magisterio tienen igual autoridad que la Biblia → Contrario a todas las ramas protestantes (adhieren al principio de sola scriptura, sólo la Biblia como autoridad).
- El Papa es el sucesor de Pedro y tiene jurisdicción universal sobre toda la Iglesia → Contrario a ortodoxia oriental (rechaza el primado universal del Papa), protestantismo (niega su autoridad doctrinal), evangélicos (lo consideran una figura humana sin autoridad espiritual especial).
- El purgatorio existe como estado de purificación post mortem → Contrario a protestantes y evangélicos (niegan su existencia; afirman que hay solo cielo e infierno tras la muerte).
- El bautismo infantil es válido y necesario → Contrario a anabaptistas, bautistas, iglesias evangélicas (sólo aceptan el bautismo de creyentes conscientes).
- El celibato sacerdotal obligatorio → Contrario a anglicanos, luteranos, evangélicos (permiten o exigen ministros casados).
- La confesión a un sacerdote es necesaria para recibir el perdón de pecados graves → Contrario a protestantes y evangélicos (afirman confesión directa a Dios, sin mediadores humanos).
Y a su vez, hay contradicciones con otras religiones:
- Islam: Jesús es un profeta subordinado a Alá, no es Dios ni hijo de Dios (doctrina de la unicidad – tawhid).
- Judaísmo: Jesús no es el Mesías, ni divino, ni profeta. Fue un falso mesías según muchas corrientes rabínicas.
- Testigos de Jehová: Jesús es un ser creado, no es Dios (niegan la Trinidad).
- Unitarios y deísmo: Jesús es un maestro moral, pero no divino.
- Islam: La Trinidad es politeísmo o shirk, considerado uno de los peores pecados.
- Judaísmo: Dios es absolutamente uno (echad), sin divisiones internas.
- Hinduismo: Dios puede tener múltiples formas o aspectos, pero no en una Trinidad cristiana (aunque hay trimurti, no es análoga).
- Budismo: No existe un Dios personal; la idea de un ser supremo creador es generalmente rechazada.
- Islam: Jesús no fue crucificado; fue elevado por Dios antes, y otro fue crucificado en su lugar (Corán, 4:157).
- Judaísmo: La muerte de Jesús no tiene poder expiatorio; no es el sacrificio redentor del pueblo.
- Budismo: La salvación no se obtiene por sacrificio ajeno, sino por iluminación personal.
- Hinduismo: La redención no depende de un solo acto histórico, sino del karma, la reencarnación y el dharma.
- Hinduismo: El alma reencarna múltiples veces; la muerte no es final.
- Budismo: Hay renacimientos (no de un alma eterna) hasta alcanzar el nirvana.
- Espiritualismo moderno / nueva era: Se cree en vidas pasadas, karma acumulativo, ciclos de evolución espiritual
- Budismo: El mundo no tiene un creador divino personal; es una cadena de causas y condiciones.
- Jainismo: El universo es eterno y no creado por ningún dios.
- Hinduismo: Hay múltiples narrativas cosmogónicas; algunas implican ciclos infinitos de creación y destrucción.
- Taoísmo: No hay un creador, sino una energía impersonal (Tao) de la que todo emana.
- Budismo: No hay “alma” permanente (anatta); la identidad es una ilusión condicionada.
- Hinduismo: El yo (atman) es idéntico a Brahman en su esencia, no un alma individual con relación con un Dios personal.
- Islam: Aunque se cree en el alma, la relación con Dios no implica “imagen y semejanza” en sentido ontológico.
- Hinduismo y budismo: No hay juicio final; hay ciclos de reencarnación y estados intermedios, hasta liberación.
- Islam: Hay juicio final, pero con criterios y visiones diferentes (Jesús es un siervo, no juez final).
- Judaísmo: No hay un dogma universal sobre el juicio; algunos creen en resurrección, otros no.
- Taoísmo: No hay juicio; existe armonización con el Tao.
- Hinduismo y budismo: Existen múltiples caminos válidos hacia la verdad, según capacidades individuales (ekam sat vipra bahudha vadanti).
- Sijismo: También acepta que Dios puede revelarse en diferentes formas y tradiciones.
- Nueva era: Rechaza verdades exclusivas y afirma que todas las religiones son válidas si ayudan al crecimiento personal.
- Islam y judaísmo: También afirman poseer la única revelación verdadera, lo cual entra en conflicto frontal con el cristianismo.
¿Todas hacen referencia a lo mismo? Claramente no. Todas definen ese “algo” superior y ese “camino” de diversas maneras. Como mencioné antes, si hay contradicciones entre ellas, o una es la verdad o ninguna. Sin embargo, hay una interpretación más matizada: todos los caminos llevan a Roma en el sentido de que todo pensamiento contiene algo de verdad. No tengo nada que objetar contra esta afirmación, puesto que es cierto que cada perspectiva aporta al conocimiento de la verdad. Una sola perspectiva parece no entregarnos toda la verdad, pero de cada una podemos rescatar fragmentos valiosos. Sin embargo, toda pregunta y toda religión hace afirmaciones sobre como es el mundo. Entonces, la pregunta existencial por el sentido de la vida, como cualquier otra, busca la verdad. Cualquier respuesta que se aproxime a la realidad, aunque sea parcialmente, contiene elementos de verdad. Naturalmente tendemos a la verdad porque de ese modo garantizamos nuestra supervivencia. Es mas, para grandes corrientes filosóficas, la verdad no es una opción, sino un imperativo ético:
El legado socrático: Sócrates elevó la búsqueda de la verdad (aletheia ) a un acto moral. Su método mayéutico —parir ideas mediante preguntas críticas— revela que el conocimiento genuino exige dolor intelectual: desmontar prejuicios y aceptar la propia ignorancia.
Kierkegaard y la angustia de la libertad: Para Kierkegaard , la verdad existencial implica asumir la angustia de ser libres en un mundo sin garantías (El concepto de la angustia , 1844). Huir de esta angustia mediante creencias infundadas (lo que llamó “estadio estético”) conduce a una vida vacía y repetitiva.
Heidegger: Autenticidad vs. Caída: En Ser y tiempo (1927), Heidegger distinguió entre la existencia auténtica —que enfrenta la “angustia del ser-para-la-muerte”— y la “caída” en el das Man (el “se” impersonal), donde el individuo se pierde en verdades prestadas y pierde autenticidad y autonomía.
Por otro lado, otras corrientes de pensamiento opinan distinto:
Pragmatismo (William James, John Dewey): Para los pragmatistas, la verdad no es una correspondencia estática con la realidad, sino lo que “funciona” en la práctica y resuelve problemas concretos. La creencia verdadera es aquella que tiene consecuencias útiles y verificables. En este marco, la verdad es contextual, evolutiva y práctica, más que absoluta o inmutable.
Nietzsche y la crítica a la verdad absoluta: En Más allá del bien y del mal y La genealogía de la moral, Nietzsche rechaza la idea de una verdad objetiva y eterna. Para él, toda búsqueda de “la Verdad” encubre voluntad de poder. Las “verdades” son construcciones culturales y lingüísticas al servicio de ciertos intereses. El filósofo auténtico no se somete a la verdad, sino que la crea, como un artista crea sentido.
Posmodernismo (Lyotard, Foucault, Derrida): El posmodernismo desconfía de los metarrelatos (como “la Verdad”, “la Razón”, “la Ciencia”). Para Lyotard, vivimos en una condición posmoderna donde no hay verdades universales, sólo juegos de lenguaje y narrativas en competencia. Foucault analizó cómo el discurso “verdadero” está imbricado con estructuras de poder; lo que se considera “verdad” en una época puede ser simplemente la expresión de una hegemonía cultural o institucional. Derrida, por su parte, mostró que el lenguaje es estructuralmente inestable y toda afirmación de verdad se descompone en ambigüedades (différance).
Budismo y la superación de la dualidad: En muchas formas de budismo Mahāyāna, la verdad última (paramārtha-satya) no es discursiva ni lógica, sino experiencial e inefable. La mente ordinaria, atrapada en conceptos duales (verdadero/falso, yo/otro), no puede acceder a la realidad tal como es. La iluminación no se alcanza acumulando verdades, sino trascendiendo toda afirmación conceptual.
2. ¿Por qué buscar la verdad?
Por mi parte, voy a defender la existencia de la verdad, cuya complejidad pertenece a un artículo a parte. No solo tengo la creencia de que existe, sino de que es aproximable. Gracias a los métodos que el humano ha desarrollado, podemos comprobar que nuestras estructuras, lenguajes, cálculos e ideas nos ayudan a predecir lo que pasará con una precisión demasiado alta como para pensar que no tenemos acceso a la realidad. Sin embargo, es un requisito tener en cuenta que la realidad está filtrada por nuestros sentidos, por lo que tenemos una representación distorsionada y escasa de lo que nos rodea. Por ahora, tenemos una alta seguridad en que existe algo en lugar de nada porque la nada no puede ser ni existir de ninguna forma. La nada no ocupa espacio ni tiene atributos o interacciones. Si no puede haber algo como la nada, entonces debe haber algo. Este algo, claramente nos está conteniendo en este momento. Sus atributos definen su comportamiento y nosotros somos producto de dichos comportamientos. Además, como seres vivos, nos adaptamos a estos comportamientos para permanecer vivos y cómodos. Esta identidad de la realidad nos interesa en un aspecto mas próximo. No necesitamos saber todo sobre ella sino mas específicamente sobre aquella parte con la que interactuamos. El medioambiente, el resto de seres vivos, las leyes de la naturaleza y tantas otras cosas no son mas que atributos de la parte de la realidad con la que interactuamos. Mas específicamente cuando observamos el mundo que nos rodea, nos hacemos una idea aproximada de como funciona, una idea de los eventos de la realidad filtrada y transformada en información cerebral por medio de nuestros sentidos. Es decir, extraemos una porción mínima pero útil de lo que sucede fuera de nuestro cerebro y lo transformamos a una forma mas simplificada de tal modo que lo podamos comprender. Una vez que lo comprendemos, actuamos en pos de nuestra supervivencia y bienestar. Cuando salimos afectados, reacomodamos esta idea que tenemos sobre la realidad y volvemos a actuar hasta encontrar aquella idea que mas nos beneficia y que, probablemente, se aproxime mejor a la realidad.
En estos términos, la verdad no es la realidad, sino una creencia justificada sobre lo que pasa en la realidad, y por esta necesidad del “sujeto” en la definición de esta verdad, ella no es algo absoluto o definitivo, sino una aproximación progresiva a la comprensión de la realidad. En breves palabras (y para los mas curiosos) y refiriéndome a una verdad que nos ayude a pensar sobre el sentido de la vida, rechazo la Teoría de la Correspondencia porque pierde el énfasis en que el sujeto no puede comprobar lo que está fuera de su percepción sin mediación interpretativa. Rechazo la Teoría de la Coherencia porque no estoy de acuerdo con el protagonismo de los sistemas de ideas en los que una proposición deba encajar, sino que debe encajar con lo que se observa posteriormente en los eventos del mundo. Rechazo la Teoría Pragmática de la Verdad porque relativiza la verdad asemejándolo a lo útil. Y por último, no conozco las variantes o detalles mas sofisticados de estas teorías y tal vez hasta esté fallando en rechazar algo mal definido. Para los fines del artículo:
- La verdad no se identifica con precisión o consciencia absoluta.
- Desde nuestro lenguaje no obtenemos un espejo fiel de la realidad.
- Es siempre conjetural y debe someterse a prueba.
- Cualquier afirmación es provisional, “justificada” en tanto resiste observaciones y predicciones, pero siempre sujeta a revisión.
- Hay una realidad independiente, pero el acceso a ella es siempre falible y guiado por teorías.
- La dimensión social aporta a la justificación de las ideas aunque esto es igual de dudoso que la experiencia individual: “si la gran mayoría de los humanos piensa “A”, es muy probable que sea verdad.” Sin embargo, este componente social no puede ir solo, como ya demostró el heliocentrismo o las religiones, pues la coincidencia no es demostración de coherencia.
- La experiencia es un punto de partida pero no solo tenemos datos sensoriales crudos, sino interpretaciones que se validan por su capacidad predictiva.
En nuestra cotidianidad simplificamos la verdad a aquellas afirmaciones que resisten el paso del tiempo y que demuestran ser útiles para predecir el comportamiento del mundo. Observamos que el Sol siempre sale sin falta, por lo tanto es “verdad” que el Sol salió ayer, hoy y que saldrá mañana. Esta aproximación rudimentaria —que podría considerarse una forma primitiva de empirismo— ha sido el fundamento de gran parte del conocimiento humano. Sin embargo, aunque funcional, este método resulta insuficiente para abordar cuestiones más profundas o abstractas, como el sentido de la vida.
Afrontar la realidad desde la verdad es una tarea compleja, especialmente cuando ni siquiera sabemos cómo definir lo que entendemos por “verdad”. Este desconocimiento no solo dificulta su identificación, sino que también obstaculiza nuestra capacidad para discernir entre lo verdadero y lo falso. Aunque la identificación de la verdad es un tema merece un análisis exhaustivo —que será abordado en una futura publicación dedicada—, es necesario explorar aquí algunas ideas clave que arrojan luz sobre esta búsqueda del sentido de la vida.
La verdad tiene una relación intrínseca con la supervivencia y el bienestar humano. Cuanto más alineadas están nuestras ideas con el funcionamiento de la realidad, mejores resultados obtenemos en nuestras acciones y decisiones. Aún así esto no es una afirmación de que la verdad y el bienestar nunca vayan a converger en la vida humana. Tal vez lleguemos a un punto de la existencia en la que estos conceptos ya no coincidan y requiramos de la mentira para continuar sintiéndonos bien. Nuestra experiencia no es garantía de que las cosas sigan igual en un futuro lejano o cercano. Pero regresando con la curiosa coincidencia entre verdad y bienestar, esto es particularmente relevante cuando se aborda el sentido de la vida. Mientras más coherente sea nuestra comprensión de lo que es la vida y cómo podemos vivirla mejor, mayor será nuestro disfrute y plenitud. Sin embargo, este proceso no está exento de dificultades. A menudo implica desafiar y transformar las ideas previas que tenemos sobre la existencia. Lo que inicialmente llamamos “la verdad sobre el sentido” puede necesitar ser replanteado, lo que a veces lleva a una transformación o incluso destrucción total de nuestras creencias anteriores. Este proceso puede ser incómodo, pero si logramos sobrevivir emocional e intelectualmente al cambio, descubrimos que nuestra idea de la vida se renueva y se aproxima más a la realidad. Esta aproximación nos permite tomar decisiones más alineadas con el mundo que nos rodea, lo que inevitablemente conduce a mejores resultados.
Cada animal, en su propio ámbito, busca la estrategia más adecuada para sobrevivir. Para ello, debe entender su entorno: distinguir su presa del resto de la realidad, reconocer patrones y anticipar peligros. Este comportamiento es, en esencia, un ejercicio de búsqueda de la verdad, aunque no esté motivado por una intención explícita de “buscar” la “verdad”. Somos los únicos animales capaces de reflexionar sobre esta dinámica y decidir conscientemente “buscar la verdad”. Mientras otras especies se aproximan accidentalmente a la verdad guiadas por el instinto, nosotros poseemos la capacidad de hacerlo de manera deliberada. Los beneficios de esta búsqueda son inmensos: comprendemos mejor lo que comemos, vemos, oímos y buscamos; aprendemos a expresarnos, amar, recordar y soñar; descubrimos nuestras pasiones, amistades, amores o hasta qué trabajo se ajusta mejor a nuestras habilidades, qué pasatiempos nos enriquecen y cuáles son los hábitos saludables que debemos cultivar.
A menudo, se atribuye a la búsqueda de la verdad un carácter desconectado de la realidad, como si fuera una actividad elitista o irrelevante para la vida cotidiana. Muchos pensadores han popularizado la idea de que la verdad es aburrida, arrogante o incluso deprimente. Se cree que quienes buscan la verdad se convierten en personas paradójicamente inmaduras, obsesionadas con detalles triviales o incapaces de disfrutar la vida. Sin embargo, estos prejuicios ignoran que todos buscamos la verdad de manera instintiva. Lo que suele ocurrir es que esta búsqueda se realiza de forma inconsciente, como ocurre con los animales que consideramos “inferiores”. No es hasta que decidimos buscar la verdad voluntariamente que nos damos cuenta de que constantemente anhelamos una comprensión más clara de la realidad para vivir mejor. Esta es la verdad que realmente nos incumbe.
La física y la biología nos enseñan que el universo no negocia con nuestras fantasías. Spinoza (1677) lo expresó con crudeza: “La naturaleza no tiene fin establecido, y todas las causas finales son invenciones humanas” (Ética , 1677, p. 45). Ignorar esta indiferencia —por ejemplo, creer en un “destino benevolente” sin evidencia— nos expone a crisis existenciales cuando la realidad contradice nuestras expectativas. Por ello, plantear la búsqueda del sentido de la vida como un camino hacia la verdad es más preciso. Y en este caso, ¿Qué viene primero, la búsqueda del sentido o la búsqueda de la verdad? ¿Buscamos la verdad porque creemos que hallaremos el sentido de la vida, o buscamos el sentido de la vida porque nos importa la verdad? La respuesta parece inclinarse hacia la segunda opción: la verdad nos importa independientemente de lo que el sentido de la vida tenga para decirnos. Nuestra tendencia no es buscar un supuesto sentido que nos satisfaga porque nos sentimos humillados, engañados como niños, indignados si esto es una mentira piadosa. Tal vez la mayoría y no todos, pero un gran número de personas prefiere la sinceridad. No pretendo respaldarlo con un estudio, pero cada vez que hay conflictos con amistades, compañeros de trabajo, familia, pareja o cuando vamos al doctor, siempre exigimos la verdad. ¿Acaso con el sentido de la vida, sobre el cual construimos el resto, va a ser distinto? Por eso, es esencial abordar esta búsqueda desde principios que enlacen coherentemente nuestros pensamientos y que no permitan respuestas simultáneas y contradictorias como ya descartamos al discutir sobre las religiones.
3. ¿Qué tipo de verdad es la pregunta por el sentido?
El sentido de la vida pertenece al ámbito de las verdades existenciales o trascendentales, que son diferentes de las verdades empíricas (basadas en hechos observables) o formales (como las matemáticas). No puede ser verificada por experimentos o pruebas objetivas que puedan confirmar o refutar una respuesta específica al sentido de la vida. No es una verdad universal aplicable a todos, puesto que cada individuo es distinto y por ende interactúa de una manera particular con el sistema que lo contiene.
A su vez, la pregunta en sí, es un problema del lenguaje y requiere un análisis estricto de cada una de sus partes. La misma es capaz de agravar el problema si no se entiende ni su naturaleza ni la del humano cuyo mundo interior es casi inaccesible. El humano tiene una relación estrecha con el lenguaje porque existe la posibilidad de que él determine la pregunta pero que el lenguaje empleado y la forma de la pregunta limite la cognición del que está preguntando. Esta posibilidad se analiza en el capítulo 2.
4. ¿Qué forma tiene, como huele, que sabor tiene?
Al preguntar por la naturaleza de algo (en este caso la vida), asumimos que existe. Pero al preguntar por la propiedad o atributo de algo, también asumimos que existe dicho atributo. Al preguntar por el sentido de la vida, asumimos que existe algo bien definido llamado vida que, además, posee una propiedad llamada sentido. Si además creemos que el sentido lo define el individuo, también estamos atribuyéndole al humano la capacidad de “editar” la vida. No se puede probar que el “sentido” es una propiedad de la vida, como la masa, maduración o acidez de una manzana. Por definición, el sentido de la vida no es una característica observable, medible o cuantificable. Se busca algo que va mas allá de la experiencia inmediata de los sentidos y que se examina con métodos que exceden la experimentación y la observación.
5. ¿Cómo buscar la respuesta?
En esta encrucijada, la búsqueda de la verdad es tanto un camino individual como colectivo, pero en distintos sentidos. Podemos aprender uno de otro, pero también debemos forjar nuestra propia comprensión de la verdad. Esto no solo se debe a nuestras necesidades y deseos particulares, sino también a la inevitabilidad de la subjetividad. Cuantas más subjetividades interpongan entre nosotros y la verdad, es decir, cuanto mas personas procesen por nosotros lo que la realidad “es”, más lejos estaremos de una relación personal con ella, y por ende, de una solución auténtica al sentido de la vida. Este camino, aunque complejo, no es necesariamente difícil si se aborda de manera ordenada. La clave está en convertirnos en individuos preparados, aptos para comprender y posteriormente integrar la verdad en nuestras vidas. Intentar abrazar la totalidad de la realidad sin un proceso progresivo es como levantar un peso insostenible: nos quebraría. Si alguien lo levanta por nosotros toda la vida, nunca desarrollaremos la fortaleza necesaria para cargarlo cuando sea necesario.
En el ámbito colectivo la religión suele proponer su propia metodología: la fe. Definida por ellos como algo mas allá de la razón o paralela a ella, la fe pretende validar sin justificación alguna sus proposiciones, pero esto no pasa el filtro del análisis crítico ni la experimentación. Una creencia no puede ser justificada por si misma ni por la voluntad de creer. Sus argumentos caen en peticiones de principio: asumen la veracidad de textos sagrados sin pruebas independientes.
Por otro lado, dado que no se puede abordar la cuestión con metodologías científicas ni enunciados formales, al menos se puede hacer un trabajo exhaustivo para descartar lo que no es el sentido de la vida. Para realizar un experimento científico, es necesario tener una definición al menos operativa del fenómeno que se quiere estudiar. Si tenemos una pregunta investigativa, la hacemos respecto a un objeto sobre el que preguntamos. Por ejemplo:
- Si queremos medir la gravedad, definimos su efecto sobre objetos en términos de fuerza o aceleración.
- Si queremos estudiar la inteligencia, podemos usar tests psicométricos para medirla.
Sin embargo, no existe una definición operativa universalmente aceptada de “sentido”. ¿Cómo podríamos medir algo tan abstracto? ¿Qué instrumentos usaríamos? ¿Qué unidades de medida aplicaríamos? ¿Cuáles serían las variables dependientes e independientes? Si bien la metodología científica ha sido invaluable para desentrañar los mecanismos del universo físico, su aplicación a cuestiones existenciales es más compleja. Las creencias sobre el sentido de la vida no pueden someterse a experimentación directa, como ocurre con una moneda equilibrada cuyas distribución de resultados puede ser predicha. Aún en el lanzamiento de una moneda, la complejidad del sistema nos hace pensar que es pura aleatoriedad, sin embargo la cantidad de condiciones iniciales y la sensibilidad al cambio hacen de esto un sistema caótico, donde una mínima variación inicial cambiaría todo el resultado. Sin embargo, esto no significa que la ciencia carezca de relevancia en este ámbito. El humano demanda de la realidad respuestas claras, concisas y que requieran poco esfuerzo. Una moneda es mil veces menos compleja que una vida humana, por lo que es normal sentirse abatido por la posibilidad de nunca hallar una respuesta.
A pesar de esta complejidad y aparente colosal incertidumbre, la existencia humana nunca ha requerido de respuestas definitivas, sino de aproximaciones sucesivas y del conocimiento de las respuestas incorrectas. La ciencia, por ejemplo, aborda el sentido de la vida desde una perspectiva empírica: estudios en neurociencia y psicología indican que prácticas como la meditación, el altruismo y la conexión social activan circuitos cerebrales vinculados al bienestar, lo cual sugiere que ciertos comportamientos pueden fomentar una sensación subjetiva de propósito. Aunque esto no prueba que la vida posea un sentido objetivo, sí permite explorar cómo se construye esa experiencia en la mente humana. La religión, por otro lado, ofrece respuestas basadas en creencias reveladas, narrativas sagradas y sistemas de fe, proponiendo sentidos trascendentes que otorgan orientación moral, consuelo existencial y pertenencia. Aunque no verificables por métodos científicos, estas respuestas tienen un profundo impacto emocional y cultural sobre millones de personas. El arte y la literatura permiten abordar el sentido de la vida desde una vía simbólica y emocional, creando espacios de contemplación estética donde se exploran dilemas existenciales, deseos y contradicciones humanas mediante narrativas, metáforas y representaciones. Por su parte, la filosofía ofrece un enfoque reflexivo y argumentativo, desde Sócrates hasta el existencialismo moderno, cuestionando la noción misma de “sentido” y examinando si este es algo que se descubre, se crea o se impone. Filósofos como Camus, Nietzsche o Viktor Frankl han propuesto perspectivas diversas: desde el absurdo inherente a la existencia hasta la necesidad de construir sentido como una forma de resistencia y dignidad.
Afortunadamente, todas estas aproximaciones pueden ser analizadas mediante el pensamiento crítico, evaluando sus fundamentos, implicancias y limitaciones. El sentido de la vida, más que una verdad revelada o una fórmula objetiva, parece emerger como un proceso humano de búsqueda, construcción y revisión, nutrido por múltiples dimensiones de la experiencia. Pero es un error confundir euforia, plenitud y bienestar con sentido, pues estamos hablando de algo mas fundamental que la conformidad. Yo sinceramente podría continuar mi búsqueda de la verdad a pesar de que estoy conforme con el bienestar, porque en el “sentido” lo que estamos buscando es la comodidad, y ya estando bastante cómodos, la búsqueda de la respuesta perfecta sería un mero entretenimiento o ejercicio intelectual. Pero lejos de ese estado, quienes buscan el sentido de la vida buscan un motivo mas profundo por el que vivir, un convencimiento por el cual soportar las dificultades de la vida.
En esta búsqueda existen tanto herramientas como resultados satisfactorios. En el ensayo dividido en distintos artículos, se tratará de mencionar aspectos importantes para entender la búsqueda y la respuesta. Sin embargo, en este capítulo también voy a sugerir algunas herramientas adicionales:
- Lógica informal: que son los argumentos, las premisas, conclusiones y falacias. Como derivar conclusiones correctas o lógicas a partir de premisas verdaderas. “A Rulebook for Arguments” – Anthony Weston.
- Pensamiento crítico: Evaluar fuentes, evidencias, supuestos, razonamientos, debatir, dudar, entender sinceramente la perspectiva opuesta. “Critical Thinking” – Hughes y Lavery.
- Epistemología: Qué es saber, cómo se justifica una creencia, qué es el conocimiento, como se evalúa la verdad. “Epistemología para principiantes” – Stephen Hetherington.
- Sesgos cognitivos: Como la mente distorsiona la realidad. - “Thinking, Fast and Slow” – Kahneman, Web: yourbias.is
- Herramientas interpretativas: Filosofía del lenguaje y hermenéutica para indagar en la verdad, el sentido, interpretación como proceso cultural. - “El lenguaje y la realidad” – Putnam, “Verdad y método” (fragmentos) – Gadamer, “Investigaciones filosóficas” - Wittgenstein.
- Historia del pensamiento: Las respuestas que ya se han dado desde distintas filosofías tanto de oriente como de occidente. - “Las filosofías del mundo” – Garry K. McGee, “Una historia de la filosofía” – Frederick Copleston, - _“Historia de la Filosofía” – Bertrand Russell, “El mundo de Sofía” – Jostein Gaarder.
- Metafísica: El ser, el tiempo, la causalidad, lo necesario, lo contingente, etc.: - “Los problemas de la filosofía” – Russell, “Introducción a la metafísica” – Heidegger.
- Antropología: El ser humano como animal racional, espíritu, sujeto histórico, ficción del lenguaje, etc.: - “El hombre y lo divino” – María Zambrano, - “El hombre unidimensional” – Herbert Marcuse.
En fin, la mayoría de las disciplinas obedecen a la necesidad humana de no solamente sobrevivir, sino del bienestar. Acumulando un buen pensamiento crítico y un cuerpo de información centrado en el problema, podemos construir una vida coherente con la realidad, que podríamos llamar sentido, o que tal vez es el sentido. Al examinar críticamente nuestras categorías y supuestos, podemos evitar caer en proyecciones antropocéntricas y desarrollar una comprensión más matizada de lo que significa vivir una vida significativa. Finalmente, quiero hacer énfasis en que la experiencia subjetiva sigue siendo un terreno ineludible: aunque el significado que encontramos pueda ser contingente y relativo, eso no disminuye su importancia para quienes lo viven.
6. Los componentes de nuestra búsqueda
La vida es un fenómeno emergente de la materia inanimada, estudiado por la biología, la química y la física. Por siglos nos ha maravillado la diminuta posibilidad de estar vivos pero aún no sabemos el por qué ni para qué, su ontología —su ser-en-sí— sigue siendo enigmática. La vida surge de procesos físico-químicos, pero su por qué último permanece sin respuesta. Aún así cabe destacar que la ciencia no puede ni pretende estudiar el “para qué” de un fenómeno en la naturaleza.
La comprensión de este fenómeno natural va más allá de lo teórico porque no podemos colocar bajo una lupa la experiencia subjetiva desde la que nace esta incertidumbre. Los dos elementos principales que deben ser estudiados para resolver esta cuestión propuestos en este ensayo, son:
- El mundo interior: Saber como funciona la mente que interactúa con la realidad exterior y que es quien concluye si la vida tiene sentido o no. Comprender mi pasado, presente y futuro aproximándome a mi identidad de modo tal que puedo entender lo que necesito y deseo. (capítulo 3)
- El mundo exterior: Comprender cuales son las reglas que rigen el mundo que nos contiene para entender las posibilidades que se desprenden de mi presente. (capítulo 4)
Referencias
Confucio. (551 a.C. – 479 a.C.). Analectas .
Frankl, V. E. (1946). El hombre en busca de sentido . Editorial Paidós.
Heidegger, M. (1927). Ser y tiempo . Editorial Trotta.
Jesucristo. (90 d.C.). Evangelio según San Juan. En La Biblia .
Kant, I. (1781). Crítica de la razón pura . Editorial Alianza.
Kierkegaard, S. (1844). El concepto de la angustia . Editorial Tecnos.
Nietzsche, F. (1878). Humano, demasiado humano . Editorial Gredos.
Sartre, J.-P. (1946). El existencialismo es un humanismo . Editorial Anagrama.
Sócrates. (399 a.C.). Apología . En Platón, Diálogos (Vol. 1). Editorial Gredos.
Spinoza, B. (1677). Ética . Editorial Tecnos.
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